Desde finales del siglo XIX, de la mano de distintos investigadores e intelectuales como
Santiago Ramón y Cajal con sus aportaciones a la Neuroanatomía y la Neurohistología, o
William James desde el campo de la Psicología, comenzaron diversas corrientes que han ido
construyendo el campo de estudio de la neurociencia y la neuroplasticidad.
Y hemos ido dando nombres, teorías y manuscritos a aquello que ya sabían muchas culturas
milenarias, y es que el cambio es parte de nosotros mismos, la plasticidad es una propiedad
inherente a todos los seres vivos.
Esa consciencia sobre el poder del cambio tal vez sea uno de los primeros objetivos silentes que
tengo cuando acude un paciente por primera vez a mi consulta. Trabajo en un centro de
Atención Primaria, en un municipio que no deja de ser una ciudad dormitorio de muchas
personas que trabajan en la capital, con pocos recursos, trabajos precarios, altas tasas de paro,
mucho desarraigo y que en un 95% acuden a la Unidad de Fisioterapia por dolor. –“vengo a
que me des masajes”, a veces me dicen. –“vaya, pues yo soy más de hacer empoderamiento
del paciente”, respondo en tono amistoso.
A lo largo de las sesiones vamos descubriendo hasta donde coinciden lo que el paciente quiere
y lo que el paciente necesita. Las herramientas son variadas, las posibilidades infinitas, cada
persona es única y puede experimentar la mejoría por múltiples vías y terapias. Hace
muchísimos años que no doy a nadie una fotocopia con ejercicios para repetir cada día la
misma rutina.
La práctica, aprendizaje y enseñanza de los principios de Low Pressure Fitness son una forma
más de enriquecer la Terapia. Soy partidaria, en lo que a ejercicios se refiere, de programas
multicomponente, progresivos y adaptados a cada persona, algo posible incluso en actividades
grupales.
Es un sistema que se basa en muchas otras formaciones con las que he tenido muy buenas
experiencias y en las que cada vez hay más evidencia científica. La persona puede hacer
microprogresiones de forma respetuosa que producen una mejoría en muchas áreas; mejora la
fuerza, la propiocepción, la flexibilidad, la conciencia corporal, el control motor, el equilibrio, la
atención o la coordinación. Todo ello tiene una relación directa e indirecta en la disminución
del dolor.
Pero si en algo me parece una herramienta poderosa es la repercusión que tiene a nivel
central, su potencial poder neuroplástico.
Por ejemplo, la activación postural y su relación con las posiciones de poder. Una de mis
charlas favoritas TED, la protagonizó Amy Cuddy hace ya casi una década para hablarnos del
lenguaje corporal. La charla es tan buena, y tiene tanto contenido didáctico y carga emocional,
que supuso un antes y un después para la protagonista y ha tenido un gran impacto en
decenas de miles de personas. Una postura mantenida, aunque sea dos minutos, produce
cambios medibles y reales en nuestro cuerpo, que afectan a nuestra bioquímica, nuestro
optimismo, nuestros niveles de estrés y lo que proyectamos a los demás.
Las posturas de las diosas de LPF se asemejan mucho a las posiciones de poder en las que se
evidencia que hay un aumento de la producción de testosterona y disminuye el cortisol.
Estas substancias tienen muchas implicaciones en la atención, la memoria, el aprendizaje, las
emociones, y la autocompetencia, entre otros aspectos.
Nuestra postura modifica nuestro cerebro. Hay más substancias implicadas con la actividad y la
postura, por ejemplo, la dopamina, la oxitocina, la serotonina. Manteniendo una sonrisa,
aunque sea falsa, mejoramos nuestro estado emocional negativo. La relación entre distintas
actividades físicas y la conectividad cerebral u otros cambios funcionales y estructurales en el
sistema nervioso están propiciando unas líneas de investigación que no dejan de crecer.
Cualquier persona puede experimentar los beneficios de la postura y del movimiento
independientemente de su cuerpo. La recién galardonada con el Goya Internacional, Cate
Blanchett, hablaba ante el premio de la dificultad que le ha supuesto enfrentarse en pantalla a
su cuerpo ante el espejo. No creo que la práctica en LPF sea exclusivamente para personas
esbeltas, jóvenes y sanas. Sino que creo que es lo suficientemente respetuosa para poder
adaptarse a las distintas condiciones de las personas que van a poder beneficiarse de ella.
No importa tanto que la postura final sea perfecta, sino hacia dónde mueve. El poder del
cambio. Cuando enseñamos por ejemplo a una paciente con dolor crónico una posición de
poder, estamos influyendo en muchos factores. No sólo a nivel biomecánico, hacia la
neutralidad y la axialidad de la columna, que le puede producir cierto alivio físico. No sólo
mejorando la reponderación postural que este tipo de pacientes suele tener afectada. No sólo
mejorando la competencia abdominal con sinergias fisiológicas evidenciadas. Sino
indirectamente sobre los mecanismos que han llevado a la paciente a esa persistencia del
dolor, ya sea una situación de estrés mantenida en el tiempo, ya sea una situación de
maltrato… cuyas posturas y cambios bioquímicos han sido durante mucho tiempo todo lo
contrario.
Esto no sólo se aplica a los pacientes con dolor. Sino a cualquier persona. He tenido la
oportunidad de trabajar como monitora de baloncesto entrenando equipos base durante
muchas temporadas. Equipos de niños, de niñas y mixtos. Y de lo más gratificante ha sido
ayudar, especialmente a muchas niñas, a encontrar su versión alfa, a la vez que yo iba
encontrando la mía.
He tenido la suerte de poder trabajar con distintos tipos de poblaciones de personas,
pacientes, deportista, ancianos, estudiantes…, también dar pautas de prevención postural en
institutos o a personas que trabajan delante de una pantalla o levantando cargas. Hace veinte
años ya había estudios sobre pausas activas, y sus beneficios en puestos sedentarios. Una
persona sana a los quince minutos de estar frente a un ordenador empieza a modificar
negativamente su patrón postural. Cualquier interrupción del sedentarismo es beneficiosa,
cuanto más variada y más neuroplástica más reforzará nuestra antifragillidad frente a las
lesiones. Lo cual también se aplica a trabajos físicos de logística como muchos de los
trabajadores a los que atiendo. Las microprácticas de LPF, que alternen por ejemplo la carga y
la descarga de nuestra columna, pueden ayudar a un trabajador a prevenir lesiones, y a un
estudiante, además, a optimizar su aprendizaje.
Creo que LPF me ha enriquecido mi terapia, que hace no muchos años primaba terapias más
pasivas. La practica ha venido para quedarse en mi propio aprendizaje. Y creo que también me
ha hecho evolucionar como docente y seguir encontrando la pasión en lo que hago. Por ello
quiero agradecer a mis alumnos que me permitan hacer una pequeña interrupción en una
clase para tomar unas fotos sabiendo que el cambio de posición, la activación postural, o
equilibrio son elementos de participación y sorpresa que nos hacen recordar y entender desde la emoción.
Sobre todo, quiero agradecer a las valientes alumnas que sin saber lo que iban a
hacer han salido a improvisar delante de sus compañeros algo que no habían hecho nunca
antes.
Decía Steve Jobs que la creatividad es simplemente conectar las cosas. Y hay un universo de
cosas por conectar, especialmente para las mentes inquietas y curiosas, que buscan la mejora
continua y conectar consigo mismas.
Beatriz Corral de Eusebio
Fisioterapeuta y Psicóloga.
Profesora Asociada en Ciencias de la Salud en la Universidad de Alcalá de Henares.
Coach LPF.
Especialista en Ergonomía y Psicosociología Aplicadas.
Especialista en Ejercicio Terapéutico y Terapia Miosfascial.